Habiendo comenzado ya el mes de nuestra Madre, la Santísima Virgen del Carmen, deviene mucho más importante aún exponer algunas de las claves que los Obispos del Sur de España publicaron, a mediados del pasado mes de junio, a través de la Carta Pastoral María, Estrella de la Evangelización, dirigida a todos los católicos de sus diócesis, y en especial, a los que participan de la piedad popular en nuestras Hermandades y Cofradías.
En su misiva, los pastores diocesanos andaluces hacen referencia, precisamente, a la fuerza de María como elemento motriz y nuclear de la piedad popular, la propia fuerza de ésta, y el impulso necesario (y también cautelas) que deben aplicarse en su devenir. Aprovechan los ánimos que, en ese sentido, el Papa San Juan Pablo II dio a los feligreses en su visita en 1982 a tierras sevillanas y onubenses, santuarios mundiales de devoción popular y peregrinación.
El Papa Santo describió entonces la piedad popular como fuerza contra la descristianización y la pérdida de valores en la sociedad, y apeló a la Virgen como Estrella de esa fuerza, en definitiva, de una nueva Evangelización que hiciera frente a esos retos.
No puede negarse, en este contexto, la importancia de Nuestra Señora del CARMEN en esa piedad popular. La inmensa devoción que María, en su advocación del Monte Carmelo, recibe en todo el mundo cristiano y en especial en España y Andalucía, la hacen receptora y vehículo de las más que acertadas reflexiones de la Carta Pastoral.
La idea central de nuestros Obispos gira en torno al reconocimiento no solo de la fuerza de la piedad popular en nuestra sociedad como dique frente a la secularización (como ya apuntara nuestro Arzobispo Emérito, D. Juan José Asenjo), si no también de los importantes riesgos que acompañan las expresiones de esa piedad, muchas veces vinculada en exceso a aspectos extraeclesiales (culturales, sociales, conductuales…) que hacen necesaria su purificación, el objetivo fundamental de la carta.
Para facilitar su compresión, la misiva se divide en dos partes:
Primera.- Se centra en la integración de la piedad popular en la vida de un cristiano.
Los obispos reconocen el proceso social de crecimiento y desarrollo que, como católicos, proporcionan las expresiones de piedad popular: hermandades, cofradías y procesiones…
Sin embargo, advierten de la necesaria comunión entre estas expresiones y una FE auténtica y coherente. No sirve de nada una vida vinculada a nuestras Hermandades si a ello no le acompaña una verdadera comunión con el Evangelio y las enseñanzas de la Iglesia. Se corre el peligro de reducir la fe y la religión a meras experiencias y vivencias culturales de gusto por el arte, la música y el folclore, olvidando a Dios y por tanto, la esencia de la Iglesia. Si bien nuestras Hermandades y Cofradías son entidades sociales diversas y con una importante pluralidad de opiniones y puntos de vista, existe un mínimo común esencial que debe unirnos a todos en una verdadera Fe.
También los Obispos hacen referencia a la importancia de la LITURGIA, en ocasiones perjudicada por las expresiones de la piedad popular. Los cofrades somos, en especial, tendentes a sacralizar cultos y expresiones de nuestra devoción que, siendo plenamente legítimos y procedentes, en ocasiones marginan los elementos basales de la liturgia. ¿Cuántas veces nuestras parroquias quedan vacías de nuestra presencia en la misa dominical, en las adoraciones al Santísimo, o en días de precepto no suficientemente priorizados en nuestras Hermandades? No solo por la autocrítica, si no por la firmeza de nuestra Fe debemos rebelarnos y corregir esta desviación de nuestra conducta como católicos. La penitencia y la oración forman parte también de la liturgia y la vida sacramental, y también son en ocasiones marginadas en nuestra vida diaria de Hermandad.
Por último, nuestros Pastores apuntan la importancia de la CARIDAD en el seno de la piedad popular. Monseñor Asenjo dijo una vez que merecíamos el sobresaliente en compromiso social. Sin embargo, no estamos exentos de riesgos. La justicia social, la preocupación por los necesitados y la defensa de la dignidad humana son tareas nunca opcionales para nosotros como cofrades y cristianos. El deslumbre de nuestros dorados y bordados, la alegría de los montajes y convivencias, el tronar de nuestra música… no pueden perjudicar nuestro compromiso con esos tres pilares. Especialmente en un mundo asolado por la desigualdad económica, la inequidad y graves problemas de cohesión social.
Segunda.- Se centra en cómo hacer frente a los riesgos que se han enunciado y en la contribución de la piedad popular a la nueva Evangelización.
Nuestros Obispos asumen las ideas de reconocimiento y puesta en valor de la piedad popular formuladas por San Juan Pablo II, Benedicto XVI y el Papa Francisco, que también animan a los Pastores diocesanos a llevar a cabo una labor de acompañamiento (y también corrección) en su acción católica.
La Nueva Evangelización, como principal respuesta a la galopante secularización que sufre todo el mundo, no puede dejar de contar con las Hermandades y cofradías, con la gigantesca fuerza social de la piedad popular. Es por ello que el Papa Francisco nos anima a contribuir a tres objetivos:
“Evangelicidad”, siguiendo las enseñanzas de Jesus en nuestra vida cotidiana.
“Eclesialidad”, caminando en comunión con la Iglesia, contribuyendo a la nueva sinodalidad y participando en nuevos proyectos de formación.
“Misionariedad”, anunciando el Evangelio y protegiendo a los más desfavorecidos.
Con este ánimo a contribuir aún más a la vida de la Iglesia, los Obispos pretenden reforzar la identidad católica de las Hermandades, cuyos tres principales pilares (culto, formación y caridad) se complementan hoy día con un necesario cuarto: participar activamente en la misión evangelizadora de la Iglesia.
En tiempos de secularización en que la Nueva Evangelización es imprescindible, las Hermandades tienen que asumir su compromiso con este proceso, participar de forma sustancial en las actividades del mismo y hacerlo de forma comprometida con la eclesialidad. Si la Iglesia existe para evangelizar, las Hermandades (como parte indiscutible de ésta) también existen para evangelizar. Nuestros Pastores dan tres herramientas para llevar a cabo este compromiso:
a) Transmitiendo la Fe. Las Hermandades deben ser escuelas de vida cristiana, y en este objetivo son fundamentales la unión con nuestra parroquia y la formación. Don Pedro, nuestro párroco y Director Espiritual, nos insiste siempre con estas dos importantes tareas. No podemos seguir toda la vida vestidos de Primera Comunión: Confirmación, Eucaristía y Confesión son parte irrenunciable de nuestro camino. Este compromiso de entendimiento y colaboración ha de ser siempre bilateral y recíproco, de forma que anime y enriquezca mutuamente a los participantes y contribuya a los fines comunes de la Nueva Evangelización.
b) Siendo refugios de misericordia. El Papa Francisco acuña la hermosa expresión de hacer de la Iglesia un “hospital de campaña”. Nuestro mundo actual rebosa de personas heridas. Enfermos, olvidados, deprimidos, desempleados, personas solas… su lugar es la Iglesia, y por tanto también nuestras Hermandades y cofradías, que deben salir a su encuentro y no esperarlas en nuestros pasos y altares envueltos en incienso.
c) Portando esperanza. La devoción popular, que se manifiesta en nuestras Hermandades y Cofradías, anuncia la alegría del Evangelio y la Resurrección. Precisamente en un mundo plagado de sufrimientos y de duelo, nuestro acompañamiento resulta esencial para mantener encendida la llama de la esperanza. Nuestras procesiones, altares, pasos, imágenes… son (y deben seguir siendo) manifestaciones de esperanza, como parte de la Iglesia de Cristo. Una esperanza compatible con la belleza que desborda nuestra vida cofrade y que completa nuestro compromiso cristiano.
Jesús de Ossorno Godino